lunes, 19 de agosto de 2013

Luis Bruschtein: El Denuncismo como operaciones políticas





Hasta la salida de la dictadura,
la democracia en la Argentina no valoraba
las pocas denuncias que se presentaban
contra funcionarios por corrupción

Había versiones, algunas más consistentes,
otras fueron puras habladurías, pero prácticamente
no había presentaciones ante la Justicia


De ese escenario vacío se pasó
al show mediático de la actualidad




y a un denuncismo que se alimenta
de recortes de diario,

que tiene un eje más político que ético
y que genera más confusión que claridad
con respecto a una reacción ciudadana
contra la verdadera corrupción


Las denuncias por corrupción
se han convertido en uno de los argumentos centrales
de la campaña electoral de un sector de la oposición





Elisa Carrió se ha destacado como denunciadora
y hasta acusó a sus competidores del frente Unen
de no hacer denuncias

Carrió no ha destacado como legisladora,
y sus intentos por conformar
agrupaciones políticas fueron un fracaso

El argumento central
de su campaña
son las denuncias
que han alimentado su imagen


Las denuncias son presentadas ante la Justicia
con poco más que recortes de diario como prueba


El mecanismo es simple

Las denuncias se publican
primero en los grandes medios
y luego Carrió se encarga
de llevarlas a la Justicia

Si los jueces no corroboran lo que se publicó,
los medios, para no perder credibilidad,
acusan a los jueces de complicidad,
y la denuncia entra en un círculo vicioso
que impide saber si una denuncia es verdadera o fabricada




Lo que debería ser una práctica
de participación ciudadana
se ha convertido en una parafernalia de denuncias,

gracias a la cual se ha puesto en tela de juicio
la credibilidad de los medios, de los periodistas,
de los funcionarios sean o no corruptos,
de los políticos porque hacen o no hacen denuncias,
de los fiscales porque toman o no
esas denuncias para acusar,
y de los jueces porque nunca o casi nunca
llegan a condenar a nadie porque la gran mayoría
de esas denuncias son casi imposibles de comprobar
y están motorizadas por algún interés político o económico


en el caso de Carrió, la visita a los tribunales
es lo mismo que un acto en la cancha de River
o una volanteada en los barrios






Las denuncias de este tipo disparan un mecanismo
tan perverso como el de la corrupción

En primer lugar, no tendría que importar
siquiera que la denuncia tuviera un interés de tipo político


Si es consistente,
tiene que ser investigada
sin importar quién la formula

Pero cuando hay decenas de denuncias,
lo menos que se puede pensar
es que está gravitando más el interés político
que una cuestión ética




Durante muchos años,
el periodismo de investigación estuvo erradicado
de los grandes medios en la Argentina,
igual que las denuncias por corrupción

El periodista de investigación por excelencia
fue Rodolfo Walsh, y sus principales trabajos
fueron publicados en medios más o menos alternativos
o en el formato de libros, porque eran rechazados
por los grandes medios


A la salida de la última dictadura,
este género hasta entonces maldito
se fue instalando como una práctica usual de los periodistas
y en ese proceso, sin duda, fueron muy importantes
los trabajos de Horacio Verbitsky en Página/12



Pero las pautas que controlaban el flujo de información
fueron cambiando en los años ’80
al punto de que, ya en los años ’90, los grandes medios
que antes lo evitaban, ahora habían convertido
el periodismo de investigación
en un género mayor de sus publicaciones


Así el periodismo de investigación
se convirtió así también en un buen negocio, 
 y lo que debería ser un trabajo laborioso
comenzó a plagarse de operaciones políticas






 
La apariencia de una denuncia es más fácil
y tiene el mismo resultado que una denuncia real
 
El periodismo de investigación sin rigurosidad,
sin responsabilidad, se convierte en una herramienta perversa
 

El mecanismo es perverso
porque no importa si la acusación es real o no
 si existe la denuncia, la duda queda instalada


Y si la presentación es respaldada por un gran aparato de difusión,
ningún fiscal querría ser fusilado en los medios por rechazar una denuncia

Cuando ese fiscal presionado la toma,
la duda se hace más grande
y logra el efecto político que se busca

Y el juez, bajo esa fuerte presión,
puede llegar hasta declarar un imputado,
total, hasta ahí no tiene costo

  Pero cuando el acusado
llegó al punto de ser imputado,
en esa instancia
ya fue linchado por los medios
y por parte de la sociedad





Desde un punto de vista ético,
ciudadano, periodístico o político,
la corrupción es detestable

El lugar de la denuncia es el más consecuente con esa definición

Pero el denunciador serial responde
a una derivación perversa del lugar de la denuncia

El grotesco en ese caso solamente puede ser instalado
como natural por el formidable poder simbólico
de un sistema corporativo de grandes medios y multimedios

A un medio chico,
y a contrapelo de los grandes medios,
le resulta muy difícil instalar una denuncia

Para lograr que le presten atención,
tiene que hacerlo con pruebas, datos,
testimonios y distintas fuentes confirmadas,
sin huecos ni lugar a dudas


En cambio, una denuncia
–verdadera o fabricada–,
publicada por un diario de un multimedios,
es repetida después en las radios de ese multimedios,
en su agencia de noticias,
en sus señales de cable nacional
y en las señales locales,
y también es levantada por otros medios 
ue forman parte del sistema de manera corporativa

Ese formidable poder simbólico funciona
como una maquinaria de autovalidación de la denuncia,
no importa si es fabricada o sólo esté armada
con presunciones o testimonios endebles o interesados,
y se haga una novela de situaciones circunstanciales


Si antes el problema
era que no se denunciaba la corrupción,
ahora la cantidad de denuncias
hace que el problema sea poder distinguir
cuál de todas o si alguna de ellas
tiene verdadera entidad
 
 
 
 
El denunciador serial
hace más difícil la lucha contra la corrupción
porque desnaturaliza la verdadera denuncia,
que es una de las pocas herramientas
para combatirla
 
 
 
 
Entonces, el lugar del denunciador serial no es el lugar ético,
ni siquiera es el del débil contra el poderoso
 
 

La idea de la denuncia como
“operación”
pasó a ser patrimonio de los poderosos
en defensa de sus intereses
y la convierte en denuncismo
 
 
 
 
Luis Bruschtein
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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