lunes, 28 de octubre de 2013

Jauretche: La prosperidad de los de abajo ¿ha molestado a los de arriba?

 
 
 
Al hombre que no es un intelectual,
y por eso razona
según el orden de la naturaleza,
 
se le ocurre que en el orden
de las demandas humanas,
que es él mismo,
están primero las alpargatas
que los libros
 
 
 
 
El fuego debe calentar de abajo
dice Fierro,
y la cultura debe ir precedida de
zapatos, ropa, frazadas y pan
 
 
Pero la tradición
de la “intelligentzia” argentina
es al revés,
porque su amo imperial es vendedor de ideas
y lo que quiere comprar barato
es lo que los “cabecitas negras” pretenden consumir
 
Al principio a ese hombre,
al que la miseria consuetudinaria había privado
de otras necesidades que las elementales,
le sobró el dinero y lo dilapidó en pañuelos de seda,
en perfume o en discos fonográficos:
varias generaciones de criollos,
a través del nieto de Martín Fierro,
compraban sueños cuando compraban chiches
 
después fue vistiendo mejor,
introduciendo mejoras en su hogar,
alimentándose racionalmente,
graduando sus diversiones a medida
que las nuevas necesidades a satisfacer
crecían con su cultura de consumo,
que sólo puede lograrse sobre bases económicas
 
 
 
 
Paulatinamente fue entrando en los consumos de la cultura
posiblemente ignorará a Goethe, Toynbee o Plutarco o a Jung
pero conocerá mucho mejor los problemas
del sindicato y los de la sociedad en que vive,
las incidencias en la modificación de los cambios
en su economía familiar y en la de la Nación,
y sobre todo quines son y donde están sus enemigos
 
 
Es una particularidad
que he señalado muchas veces
que en los países de inmigración,
los hijos educan a los padres,
porque éstos se crían en un medio
más propicio al desarrollo cultural
en razón de la mejor base económica y social
que encuentran en su infancia
 
 
Lo que sucede con población procedente del interior
o de los países limítrofes americanos,
sucedió respecto de la inmigración masiva
procedente del mediodía de Europa
 
Los hijos nacidos y criados en un standard de vida
traían de la escuela y de la convivencia con sus compañeros,
normas, ejemplos que iban transformando a los padres;
éstos, por sus hijos, iban paulatinamente adquiriendo
necesidades y gustos propios de un nivel de cultura
distinto al que sus padres habían conocido
 
En este sentido hay que carecer de capacidad
de observación para no percibir,
aunque más no sea en el ambiente de los
“cabecitas negras”
que ya llevan años de asentamiento,
en las vestimentas de las criaturas,
el contraste con que a la misma edad
llevaban los padres en sus lugares de origen
 
 
 
 
Es que no es “moco de pavo”
afrontar el problema de sociedades enteras
 
en las que durante más de cien años
la miseria absoluta fue el signo,
y se creyó que curarla
era un simple problema de alfabeto,
 
invirtiendo el orden natural que es
pan, techo, ropa y después alfabeto
 
 
“… es horrible hacer el sacrificio de llevar la familia a Mar del Plata
para encontrar que la habitación de al lado la ocupa la mecanógrafa,
el peluquero o el repartidor de leche; que el restaurante no hay mesa
por lo desbordan gentes que antes no tenían acceso a él;
que los camarotes el tren le son disputados por la multitud en fiesta;
que cualquiera ocupa un taxímetro y que hay que hacer cola
para comprar “allo spiedo” que antes ofrecía reverente el rotisero
sin clientela al grave caballero de fláccido bolsillo
que lo tutea paternalmente al protegerlo con la compra”
 
La prosperidad de los de abajo,
¿ha molestado a los de arriba?
No a los de muy arriba, porque el empresario sabe
que esa prosperidad general es condición necesaria
de las buenas ventas, es mercado comprador para sus productos
 
 
 
 
 
 
Molesta solamente
al escalón inmediato superior,
a esa clase de quiero y no puedo
de pobreza vergonzante,
 
a quien parece
disminuir
socialmente el ascenso
de los que estaban
un poco más abajo,
 
porque alteran
sus jerarquías rutinarias
de la importancia social


 
 
Arturo Jauretche
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
espacio abierto
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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