26 de julio de 1952
¡Viva el cáncer!
escribió alguna mano enemiga
en un muro de Buenos Aires
La odiaban, la odian los biencomidos:
por pobre, por mujer, por insolente
Ella los desafía hablando
y los ofendía viviendo
Nacida para sirvienta,
o a lo sumo para actriz
de melodramas baratos
Evita se había salido de su lugar
La querían, la quieren los malqueridos;
por su boca ellos decían y maldecían
Además Evita era el hada rubia
que abrazaba al leproso y al haraposo
y daba paz al desesperado
el incesante manantial que prodigaba
empleos y colchones,
zapatos y máquinas de coser,
dentaduras postizas, ajuares de novia
Los míseros recibían
estas caridades desde al lado,
no desde arriba,
aunque Evita luciera joyas despampanantes
y en pleno verano ostentara abrigos de visón
No es que le perdonaran el lujo:
se lo celebraban
No se sentía el pueblo humillado
No se sentía el pueblo humillado
sino vengado por sus atavíos de reina
Ante el cuerpo de Evita,
rodeado de claveles blancos
desfila el pueblo llorando
Día tras día,
noche tras noche,
la hilera de antorchas:
una caravana
de dos semanas de largo
Suspiran aliviados
los usureros,
los mercaderes,
los señores de la tierra
LA AMADA DE LOS MALQUERIDOS
Por Eduardo Galeano
HOMENAJE
espacio abierto
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