domingo, 28 de julio de 2013

Ricardo Forster: Democracia, descalificación y estrategia mediática




Democracia
 
No es algo cerrado, ni anquilosado
que se sustenta pura y exclusivamente
en el ritual (imprescindible) del voto cada dos años;
es el orden de lo que está continuamente en movimiento
 
de aquello que tiene que lidiar
con la diversidad y la multiplicidad
de una sociedad en estado de litigio
 
 
 
Democracia y Política
 
se entraman allí donde habilitan
la compleja relación entre conflicto y consenso,
entre afirmación de las convicciones
y aceptación de la diferencia
 
 
 
 
 
Cuando algo de esto se debilita o falla,
la que está en riesgo es la propia democracia
 
Cuando una lógica del linchamiento mediático
se impone como forma apabullante del sentido común de época
vulnerando el derecho de todo ciudadano a ser declarado inocente
mientras no se demuestre su culpabilidad,
cuando lo pre-jurídico se impone
bajo la forma del espectáculo televisivo
y una retórica de la injuria y la difamación se convierten
en el argumento central de la política,
lo que se ve profundamente amenazada y resentida
es la convivencia democrática
 
 
 

Cuando el propio argumento
resulta vacío o impresentable socialmente
 
es cuando suele emerger ese recurso cloacal
que busca crear un clima
de profundo desasosiego y desencanto
en el interior de la vida colectiva
 
 
 
Algunos opositores
 bien provistos de libreto por programas televisivos,
tratan es de anular toda posibilidad de debate democrático
multiplicando como centro de su discurso
la más brutal de las descalificaciones
 
Detrás del denuncismo serial
lo que se busca inhabilitar es un debate
que ponga en evidencia qué defiende cada quién,
qué modelo económico o proyecto de país
 
 
 

Esta inquietud surge de esa gestualidad guerrera
y de esas retóricas de la catástrofe
que se visten con los ropajes de la legalidad republicana
pero que, y allí se va conformando la inquietud,
 
porque tienden a horadar y a deslegitimar
el derecho constitucional del Gobierno a gobernar
 
Y lo hacen, ese ejercicio que suele bordear lo destituyente,
alardeando de sus inmaculadas virtudes democráticas
y de ser portadores de una ética de la responsabilidad 
 
 
 

Farsa e impostura
 
son la estrategia a través de la cual la oposición intenta,
dirigida por la corporación mediática y sus periodistas estrellas,
arrinconar a un gobierno que, por primera vez en décadas,
no sólo ha ampliado y creado derechos sino que se plantó decididamente
ante los poderes corporativos que desde el fondo de nuestra historia
no han hecho otra cosa que buscar condicionar,
limitar, vaciar y expulsar a los gobiernos democráticos
 
 
 
 

Una oposición capturada
por la máquina de la impudicia mediática
que, sin disimulo alguno, construye,
cada semana y cada día, la agenda
 
que será prolijamente cumplida
por los distintos referentes políticos
de una oposición carente
de vida e ideas propias 
 
 

La brutalidad de la ofensiva mediática
 no conoce ni acepta ningún límite
 
Todo es utilizable en su cruzada seudo republicana
contra lo que ellos han identificado como el “mal absoluto”
disfrazado de progresismo populista
 
Pero lo peor no es la brutalidad y la impudicia
de una campaña implacable contra la figura presidencial
desencadenada por esos medios que desde siempre
 han defendido sus propios intereses, 
 
 
 
lo más grave para la democracia
es la actitud complaciente y ruin de una oposición
 
 
 
 
que no hace otra cosa que seguir directivas
que no salen de su interior sino que provienen
de las usinas mediáticas
 
Esto constituye una perturbación
de la vida democrática
cuando se cruzan ciertos límites
y se construye una retórica
de la permanente denuncia descalificadora
que, termina por dañar a esa república
a la que tanto hacen referencia
como un inmaculado objeto del deseo
 
Pero que siempre,
cuando tuvieron que hacerse cargo del gobierno,
no hicieron más que transformar en una pantomima
manejada por las corporaciones y el establishment económico
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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