Que se diga que la agresión militar a Libia no es una guerra, que la OTAN es una solidaria ONG (cuyas bombas en Afganistán ya han sepultado a decenas de miles de inocentes) y que, además, sus misiles no han causado ni una sola muerte civil, resulta aun más insensato que las explicaciones de Bush sobre los daños colaterales de sus hazañas castrenses
El que tengan la bendición del Consejo de Seguridad y de la Liga Árabe –compuesta por títeres del Pentágono, contra quienes van dirigidas las revueltas- indica la complicidad entre la contrarrevolución árabe y los gobiernos occidentales
“EEUU está tras el petróleo libio”, afirma el diputado demócrata por California, Michael Honda, a la vez que la republicana Candice Miller pregunta a Barak Obama “¿En qué otros conflictos querrá el presidente Obama que se involucren las fuerzas estadounidenses? ¿Qué parámetros usa para decidir el uso de la fuerza estadounidense?”
Cada misil Tomahawk que lanzan sobre Libia, cuesta un millón de dólares:
doble banquete, para la industria militar estadounidense y las multinacionales petroleras
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