martes, 12 de noviembre de 2013

Lo “normal” hasta 2015 es Cristina Kirchner en la Casa Rosada



 
El grupo de periodistas que viajó a Washington
para denunciar la falta de libertad de expresión
 
se tomó el trabajo de gestionar
una audiencia difícil ante la CIDH,
 
y ya en escena, no pudo actuar esa energía
y convertirla en argumento que la justificara
 
 
 
 
Es una furia que solamente funciona
con un público que emite de la misma forma
 
Por el contrario, los miembros de la CIDH
que los escucharon por fuera de ese microclima
no pudieron entender el frenesí que trataba
de transmitir la delegación de periodistas argentinos
 
 
 
 
La historia funciona así también por fuera
de ese microclima y se conectará trabajosamente
con el tono crispado que suele usar la oposición,
o una parte de ella, para satanizar al kirchnerismo
 
Hay una desproporción entre ese tono y lo real,
y esa desproporción funciona a favor solamente
cuando el receptor tiene la misma o mayor crispación
 
Pero les funciona en contra
por fuera de esa sintonía,
en un diálogo más normal
 
 

 
Para la visión anti K, la salud de Cristina Kirchner
es tomada más como parte de una conspiración
o de un cálculo político
 
Todo lo que sucede o se haga
desde el kirchnerismo
es interpretado bajo ese prisma,
hasta los problemas de salud
 
Como esas versiones que circularon
tras la muerte de Néstor Kirchner
que decían que el cuerpo no estaba en el ataúd
o que los funerales habían sido
organizados por Fuerza Bruta

Sin darse cuenta, esa visión,
conspirativa a veces y otras exaltada,
que se transmite desde el mundo anti K,
proyecta con más fuerza una connotación épica
a la historia del kirchnerismo
 
 
 
Esa oposición le concede a pesar suyo
una imagen grandilocuente al oficialismo,
al que termina por embellecer en términos históricos
 
 
 
Aunque a la oposición le haga ruido la expresión,
el regreso de Cristina Kirchner a la presidencia
“normalizará”
una situación excéntrica
 
 
 
 
Lo “normal” hasta 2015
es Cristina Kirchner en la Casa Rosada
 
Su ausencia en los días que pasaron demostró
que la figura de la Presidenta ocupa
un lugar irreemplazable en el imaginario de los argentinos,
 
 
tanto de los que la quieren
como de los que la odian
 
 
 
Luis Bruschtein
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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