Es falso que un periodista
sea mejor cuando es independiente
o cuando es militante
Es grande, simplemente,
Es grande, simplemente,
si no miente ni deja que los otros
mientan con impunidad
Y más, mucho más grande,
Y más, mucho más grande,
si además cree aquello que escribe,
como Claudio Díaz
Lo leía desde finales
de los ’80,
cuando Claudio dirigía Jotapé,
una revista del peronismo combativo
Cuando junto a Gustavo
Cirelli fundamos
la revista Contraeditorial,
en la que se contraponían visiones
políticas y culturales,
pensamos en Claudio para que representara
esa franja de
ideas ignorada
por los grandes medios corporativos:
las del pensamiento
nacional
Sus refutaciones de “prosa jauretchiana”
a
Beatriz Sarlo, a Marcos Aguinis, a Halperin Donghi,
entre otros,
fueron tan
impecables como implacables,
porque él escribía con la potencia
de los
periodistas que creen en algo
Infectados nosotros mismos
del virus de la rutina y el cinismo
que se propaga en las redacciones hace
décadas,
la verdad es que esperábamos ansiosos
las columnas de Claudio
porque
ellas nos reconciliaban
con lo mejor de este oficio,
que es cuando las palabras
y las ideas se abrazan
Para los que no son
periodistas
quizá sea difícil de entender,
pero ese acto de libertad íntima
que
un cronista decide exponer cuando puede,
cuando lo dejan
cuando tiene algo
para decir
que le quema la yema de los dedos,
es quizá la contribución más
genuina y generosa
al relato del tiempo que le toca vivir
Dar testimonio desde la
cabeza
y desde las tripas no es para cualquiera:
sólo los buenos periodistas
salen airosos de la prueba
Claudio creía y nos hizo
creer
Claudio se animaba y nos hizo
animar
Lo más terrible es que, con
él,
también se me murieron un montón de palabras
Roberto Caballero
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